La verdad es otra, un admirable movimiento que, a pesar de los bajos presupuestos con los que se trabaja en la actualidad, está apostando por historias originales, distintas y con poderosos mensajes para la sociedad.
“El amor no tiene receta” ha sido la cereza de este pastel y su último capítulo, que ameritaba un desenlace dominical de antología, es la más clara demostración de esto que le estoy comentando.
Vámonos de lo macro a lo micro. ¿En qué terminó este título? No, no terminó en boda. No, no terminó en lo de siempre. Terminó en una provocación. Terminó en una invitación.
¿A qué? A que seamos felices. ¿Sí entiende la magnitud de lo que le estoy diciendo?
En este momento histórico en que las grandes tendencias mundiales de la comunicación nos tienen, por diferentes razones, en la infelicidad perpetua, en el odio, que alguien venga y nos diga: seamos felices, es un acto de rebeldía monumental.
¡Gracias, Juan Osorio! ¡Gracias, Pablo Ferrer, Santiago Pineda y a todo el equipo literario! Se necesita mucha valentía para ponerse así en contra del sistema. ¡Gracias!
¿Qué pasa con esto desde la perspectiva cinematográfica? Algo igual de revolucionario y que no podemos dejar de celebrar: la dirección de Eric Morales.
“El amor no tiene receta” abrió como cerró marcando una circularidad estructural que sólo vemos en las más finas manifestaciones artísticas del mundo.
Se lo explico así para que lo entienda aunque no haya visto este concepto:
¿Cómo inició este melodrama seriado? Con un plano secuencia sofisticadísimo en donde Emilio Osorio, como si se tratara de una figura angelical, se pasea entre los personajes de esta historia mientras canta “Sí o sí” de Luis Gómez Escolar (el compositor de Ricky Martin, Miguel Bosé y de muchas de las más importantes luminarias de habla hispana).
¿Cómo acabó? Con una secuencia parecida, con Emilio Osorio, haciendo lo mismo pero con los personajes después de haber vivido todo lo que vivieron en esta telenovela.
No sabe usted qué momento tan más lleno de belleza y de riqueza cultural porque fuimos de recursos tan mexicanos como el árbol de la vida hasta nuestro valor más importante como país y como medio de comunicación: la familia.
Hay muchas cosas qué decir de este final. ¿A usted no le parece asombroso que mientras que el gran tema nacional fue la necesidad de una reforma al poder judicial aquí se haya hablado de asesinos que pueden salir de la cárcel precisamente por los problemas que tenemos con la justicia?
¿A usted no le pareció maravilloso que mientras que Hollywood juega con los multiversos, con villanos que regresan de la muerte, con personajes mutilados que terminan teniendo más fuerza física que los que no lo son y con un nuevo tipo de violencia, resultado del impacto de otras industrias como la de los videojuegos, aquí hayamos tenido lo mismo pero, ojo con lo que voy a decir, sin salir del modelo de lo que fue, es y será una telenovela tradicional mexicana?
Felicito públicamente a todas y cada una de las actrices y de los actores que participaron en este proyecto, a todas las directoras y directores, colaboradoras y colaboradores, de cada una de las áreas.
No los menciono por un tema de espacio pero créanme, se notó el amor, el entusiasmo y el talento.
En nombre de quienes amamos las telenovelas, del único y verdadero público de Las Estrellas (que no es el mismo de otros canales, ventanas y plataformas) y de los que entendemos las reglas de la televisión abierta privada (que le guste a quien le guste o le moleste a quien le moleste, son tan sanas que las están copiando en redes y plataformas): ¡Felicidades!
Me queda claro que la transformación y actualización de las telenovelas mexicanas es un proceso largo y complejo, y que se necesitan muchas producciones más para llegar a lo que llegaron los grandes maestros del pasado, pero “El amor no tiene receta” fue un paso fundamental en este sentido.
¡Gracias por todo! ¡Gracias por tanto! ¡Son grandes! ¡Los amo!
Álvaro Cueva
Es el crítico de televisión más respetado de México. Habita en el multiverso de la comunicación donde escribe, conduce, entrevista, da clases y conferencias desde 1987. publica de lunes a viernes su columna El pozo de los deseos reprimidos.